ETAPA DISCIPULAR

La etapa discipular comprende el Segundo y Tercer año de formación en el Seminario, pretende que el seminarista llegue a tomar la decisión definitiva y vinculante de discípulo misionero del Señor, a través de la vivencia de las bienaventuranzas y los consejos evangélicos con miras al Sacerdocio Ministerial.

Busca que el seminarista aprenda cotidianamente a entrar en los secretos del reino de Dios, viviendo una relación profunda y permaneciendo junto a Jesucristo, lo cual implica tomar un camino pedagógico – espiritual, que transforme su existencia para ser un testimonio vivo del amor de Dios en el mundo.

Para el discipulado es necesario encontrarse con el Señor, para esto la vivencia de los sacramentos y la cercanía con el director espiritual son fundamentales.

Por medio de las diversas intervenciones formativas y con un adecuado acompañamiento en esta etapa, el seminarista consolida su personalidad con relaciones equilibradas, maduras y libres con las demás personas; establece las
bases para asumir con plena conciencia y libertad una vida célibe; y alcanza un mejor conocimiento de sí mismo, de sus fortalezas y fragilidades, que favorece su madurez humana, afectiva y social.

En esta etapa el seminarista pasa a vivir en una habitación individual, donde es el encargado de su autoformación, sin dejar de lado la vivencia en comunidad en los actos propios de la casa, el servicio, el deporte y las actividades recreativas y de integración.

Mediante el estudio de la Filosofía y de las ciencias del hombre, el seminarista asume con mayor responsabilidad su condición de discípulo, adquiere la madurez propia de su edad, construye un pensamiento ajustado a la realidad y adquiere una visión crítica y más completa de sí mismo, del mundo, de las relaciones humanas, de la sociedad, de la creación y de Dios.

En esta etapa el seminarista refuerza las diferentes ciencias filosóficas y humanas, mediante el estudio de la filosofía, la introducción a la sagrada escritura, para desarrollar un pensamiento critico ante los contextos actuales del mundo.

Mediante las prácticas pastorales, el seminarista se prepara para vivir una sólida espiritualidad de comunión, experimenta la docilidad a la acción del Espíritu Santo y se hace fiel discípulo del Señor Jesús con disponibilidad para la misión ad intra y ad extra.

En esta etapa los seminaristas inician su labor pastoral, colaborando en una comunidad parroquial de su respectiva diócesis, para introducirse en el arte de la acción evangelizadora de la Iglesia.

  • Retiro de discernimiento (II Discipular)
  • Entrega del crucifijo (I Discipular)
  • Síntesis de Filosofía (II Discipular)
  • Actividades de integración
  • Rezo de la Liturgia de las Horas
  • Camino del discipulado.
  • Lectio Divina